
Entre dichas ventajas, encontramos que no requieren de instalaciones especiales para la carga, pues no tienen emisiones de gas; cuentan con una capacidad de descarga del 95% sin afectar a la vida útil de la batería; disponen de una vida útil prolongada frente a la de las baterías de plomo, pues el número de ciclos del litio es entre 4-5 veces superior al del plomo; presentan una mayor eficiencia a temperaturas bajas y un gran rango de temperatura de operación; mejoran los procesos de logística interna al permitir que el cargador se instale en cualquier lugar; no necesitan el reemplazo diario de una segunda batería al permitir las cargas parciales y suponen un menor coste energético, entre otras muchas ventajas.